Tiempo

La vida es eso que ocurre mientras corro de un lado a otro. A veces es las cosas que hago. Otras las que me voy dejando en el tintero. Y esa angustiosa sensación de estar perdiéndome algo interesante.
El tiempo y sus límites. Ese es mi gran castigo. Si pudiera pedir un único deseo para mí, sería poder expandir el tiempo hasta el infinito. Tiempo para descansar. Para leer todos esos libros que tengo pendientes. Tiempo para perderme por los parques y escuchar a los pájaros.
A veces pienso que el tiempo es como un enorme laberinto de múltiples dimensiones. Existe un tiempo pequeño, del día a día. La mañana y la noche. El tiempo de trabajo y el tiempo de ocio. El tiempo para mí y el que dedico a los demás. Es un tiempo que cabe en una agenda y que se gestiona a diario, como mucho de semana en semana. Cuando pienso en él, imagino una de esas corrientes poderosas que van arrastrando a su paso todo lo que encuentran. O un remolino que engulle hasta el fondo del río a cualquier ser u objeto que se le aproxime. El tiempo pequeño es peligroso porque uno siempre tiene la sensación de poder abarcarlo fácilmente; de dominarlo. Y nada más lejos de la realidad. El tiempo pequeño casi siempre termina arrastrándonos hacia donde a él le apetece. No importa lo exacto que sea tu orden y lo escrupuloso que seas para cumplir tus planes. Siempre encontrará un hueco, una pequeña fisura por la que dejar fluir su caudal.
Y luego está el otro tiempo. El de los años y las décadas. Ese tiempo que se asemeja a las ramas de un árbol. Es el tiempo que te hace crecer, el que te construye. El que te hace ser quien eres incluso cuando no te identificas. Y es extraño ese tiempo porque no lo vemos. No sabemos muy bien como surge y solo lo identificamos cuando va muriendo ya que solemos construirlo en base a nuestros recuerdos y nuestros actos. A veces soñamos con ser arquitectos de ese tiempo y pensamos que podemos construirlo tal y como deseamos. Pero lo más probable es que, ayudado por el torrente del tiempo pequeño, acabe diseñándose a sí mismo según su propio gusto. Para que nos quitemos, de una vez por todas, esa absurda idea de la cabeza de que somos dueños de nuestro tiempo.

Published by Paula M

Un ratito cada día para abrir una ventana y dejar que entre el mundo.

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